El azúcar es el culpable de que tengas hambre a TODAS HORAS
La nutricionista Sandra Moñino revela lo que pasa en el cuerpo cuando se consumen azúcares en exceso y cómo cuidarse para evitar su impacto sobre la salud
¿Quién no ha oído alguna vez eso de que el cerebro necesita azúcar para funcionar correctamente? Es una de esas supuestas verdades que, de tanto repetirse, han quedado grabadas a fuego en el imaginario colectivo. Pero lo cierto es que, tal como revela la nutricionista Sandra Moñino, creadora de Nutriciónate, la relación entre el azúcar y el cerebro es muy distinta a lo que recoge esa creencia: no es imprescindible para que el cerebro funcione correctamente sino todo lo contrario: si se consume en exceso, puede producir dificultades en la concentración, peor rendimiento cognitivo y cansancio.
Lo que sí necesita el cerebro es la glucosa y ésta se puede obtener a través de distintas vías, según aclara Moñino. Una de ellas, por ejemplo, es la que se consigue mediante distintos procesos metabólicos cuando se consumen proteínas o grasas.
Y otra es cuando se obtiene a partir de alimentos que contienen glucosa de forma natural. Sobre esta última opción, la experta incide en la necesidad de diferenciar los tipos de azúcares (intrínsecos, libres o añadidos), pues unos son más saludables que otros.
Los azúcares intrínsecos son los que contiene el propio alimento. Se pueden encontrar en frutas, verduras, legumbres, avena, trigo integral…etc. El hecho de que se ingieran tal cual, sin procesar, hace que se consuman con toda su fibra y esto permite que el pico de glucosa que generan en el organismo no sea tan elevado.
Los azúcares libres son los que se liberan en un alimento cuando se procesa de alguna manera, como cuando exprimimos una naranja para preparar un zumo, por ejemplo. Y éstos, por cierto, son menos aconsejables de lo que se cree, según indica la nutricionista.
Los azúcares añadidos son los menos recomendables y los que más nos perjudican, tal como aclara Moñino, pues son los que se añaden a cualquier producto, ya sea directamente incorporando el azúcar (blanca, morena, panela, miel, sacarosa, fructosa... ) o mediante el procesado de productos. Contienen este tipo de azúcares productos como las galletas, la bollería, los yogures, los refrescos… pero también se dan en otros productos menos «sospechosos» de contenerlos como pan de sándwich, tomate frito y otras salsas, potitos, batidos de chocolate, cereales de desayuno… «Tenemos que evitar este tipo de azúcares a toda costa porque son los más dañinos», insiste la nutricionista.
Qué pasa en el cuerpo cuando hay exceso de azúcar
¿Cuánta azúcar se debería consumir al día como máximo? Si atendemos a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) no deberíamos superar los 25 gramos diarios de azúcares añadidos, lo que equivaldría a dos cucharadas. Pero lo más frecuente es rebasar esa cantidad con creces. Algo que, según asegura la creadora de Nutriciónate, provoca más perjuicio para la salud de lo que se piensa, ya que el consumo elevado de azúcar afecta directamente a los órganos que ayudan a digerirlo y absorberlo en el organismo, como es el caso del páncreas:
«Consumir un exceso de azúcar a diario puede debilitar el páncreas y desembocar en un mal funcionamiento o incluso puede provocar que un día deje de funcionar», alerta Moñino.
El problema es que cuando se intenta reducir el consumo de azúcar no sólo tenemos que resistir la tentación de comer esos productos azucarados tan palatables y adictivos, sino que además tenemos que vencer el recuerdo de la sensación de felicidad y bienestar momentáneos que producen al consumirlos.
La explicación a este efecto está, según plantea Moñino, en que el azúcar activa neurotransmisores del cerebro como la serotonina y la dopamina que son realmente los que aportan esa sensación placentera que lleva a querer consumir más y más azúcar. Y esto es algo que sucede especialmente cuando se viven situaciones de estrés, de enfado o incluso de tristeza.