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📹 Se cumplen 30 años del genocidio en Ruanda, un hecho en el que Occidente desvió la mirada

La matanza que dejó cerca de un millón de muertos fue organizada detalladamente por altos funcionarios del Gobierno


Este año marca el 30 aniversario del genocidio en Ruanda, uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente.

En 1994, en tan solo 100 días, aproximadamente un millón de personas, en su mayoría de la minoría étnica tutsi, fueron brutalmente asesinadas por extremistas hutus. Este genocidio dejó cicatrices imborrables en Ruanda y en la conciencia global.

Durante estas tres décadas, Ruanda ha realizado avances significativos en la reconciliación y la reconstrucción.

El país ha logrado un crecimiento económico notable y ha implementado políticas para fomentar la reconciliación entre los grupos étnicos. Sin embargo, el camino hacia la curación total sigue siendo largo y desafiante.

Es imperativo que la comunidad internacional continúe recordando y reflexionando sobre el genocidio en Ruanda para evitar que tragedias similares vuelvan a ocurrir.

La memoria de las víctimas debe permanecer viva y servir como recordatorio de la necesidad de promover la tolerancia, la comprensión y el respeto por la dignidad humana en todo el mundo.

Un odio surgido durante la colonización belga

Cuando la catástrofe humanitaria que rodeó al genocidio conmocionó a la opinión pública internacional, fueron muchos los que se preguntaron de dónde nació ese odio tan feroz entre tutsis y hutus. Las miradas apuntaron desde un inicio a Bélgica, una de las potencias colonizadoras más crueles en África, que pudo extender su dominio por varios territorios de este continente.

Y es que la diferenciación entre hutus y tutsis fue creada por el dominio de este reino europeo desde el siglo XIX. Una separación étnica que no respondía a clasificaciones étnicas, históricas o religiosas, simplemente clasistas y políticas.

Los belgas utilizaron a la minoría tutsi -que comprendía en torno al 15% de la población ruandesa- para co-gobernar con ellos y facilitarles los trabajos más sencillos y mejor remunerados.

Por el contrario, la población restante -un 85%- era considerada hutu e identificada como tal y estaba subyugada al poder colonial y al de la minoría dominante tutsi. Ellos se encargaban de los trabajos más duros y degradantes, sufriendo una discrimininación sin parangón. Es aquí donde los odios entre las dos castas comenzaron a fraguarse para explotar tras la marcha del poder belga en 1962.

La independencia de Ruanda, la toma del poder hutu

El panorama cambió con la emancipación de Ruanda, ya que los hutus llegaron al poder para gobernar. Desde el primer momento, comenzaron a aflorar las persecuciones contra tutsis y miles de ellos huyeron a Uganda y otros países cercanos en busca de protección. Aunque la situación se moderó relativamente tras el golpe de Estado de Juvenal Habyarimana en 1978, que era hutu pero buscaba aceptar a los tutsis en la sociedad ruandesa.

Habyarimana combatió durante décadas a la guerrilla tutsi del Frente Patriótico Ruandés, que operaba desde Uganda. Sin embargo, llegada la década de 1990 buscó por varios medios llegar a un acuerdo de paz con esta insurgencia, algo quer molestó enormemente a los hutus más radicales, de quienes necesitaba para gobernar Ruanda. 


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